Siempre me ha llamado la atención la vida que llevan los hippies, creo que son seres libres, que no se ciñen a las reglas de la sociedad y por medio del arte expresan su inconformidad con el mundo.
Soy de las que siempre lleva algo que demuestre mi gusto por esta vida, una manilla que se romperá solo cuando el deseo se cumpla, aretes artesanales, un gran anillo en algún material natural…cualquier cosa.
Un día, no sé realmente por qué, le pedí a mi mamá que me comprara unas pepitas y nylon y comencé a hacer collares que al mostrarlos, la gente extrañamente compró; como eso me gustó, le pedí de nuevo a mi madre que me comprara materiales para hacer aretes, que increíblemente también vendí. Luego, como me pasa con todo lo que hago, perdí el interés. Creo que un par de años después, me dediqué a la fabricación de cajas country y velas, no sé si estos entren dentro de la vida hippie, pero son manualidades que también me compraron.
Hoy fui al mercado de las pulgas en Usaquén, me encanta este lugar, creo que voy unas dos o tres veces al mes (está abierto domingos y festivos), y me hice una trenza con una pluma al final, es sencillamente hermosa y soy feliz con ella. Mientras tanto, escuchaba a todos los hippies hablando de que algunos iban en estos días para Cartagena, otros acababan de llegar de panamá y lo mejor es que no había ni un solo bogotano: el que me tejió la trenza era caleño (qué acento!), el que tejió la de mi hermana era peruano, sentado al lado mío había un chileno, al frente estaba un argentino y luego hablé con un danés, y ahí comencé a imaginarme cómo sería mi vida como hippie: viajaría por todo el mundo (bueno, por los países que no me pidieran visa), conocería todos los días a muchas personas, disfrutaría de diferentes culturas, me vestiría con vestidos largos y vaporosos, andaría con miles de artesanías encima, haría mis propios collares y aretes y además me pagarían por ellos, mi casa sería el mundo…
Estaba dispuesta a unirme a ellos en ese preciso momento cuando mi mamá me dijo: ¿Ah sí, y cuando no tengas qué comer ni en dónde dormir, qué? Ahí recordé mi úlcera y que soy tan friolenta que necesito diez mil cobijas encima para no congelarme en las noches y obviamente, desistí.
Si, llevo en mis genes lo hippie, tengo tíos y tías lejanos que se dedican a eso (no se qué tan felices sean, hace más de diez años que no los veo); cuando mi abuelita me ve haciendo collares o aretes me dice: “Ahí está pintada su tía Elisa” (hermana de mi abuela que ya murió), así que definitivamente sería hippie siempre y cuando tuviera segura la comida y una buena cama, pero como no es así, mi mamá podrá seguir durmiendo tranquila, porque yo, estaré en el cuarto del lado.
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